martes, 16 de mayo de 2017

¿Qué ideas nos ayudaría a pensar mejor?


            En algún momento de la vida, todas las personas se habrán preguntado esto; y,  actualmente, sigue sin haber una respuesta concreta. Por eso, cientos de científicos y  pensadores acudieron a la reunión del sitio Edge.org para buscar una solución a esta  incógnita. En este informe, se presentarán algunas de las respuestas dadas en  esta  reunión.
            Federico Kukso, un periodista científico, plantea que las herramientas (puede ser  desde un lápiz hasta un celular) modifican al hombre. Solemos pensar que nosotros  las controlamos, pero pasa lo contrario: ellas nos controlan a nosotros. El hombre crea  la herramienta y esta impone una concepción del mundo y determina nuestra forma de  pensar. Un ejemplo es la imprenta, debido a que, cuando se inventó, la mayoría de las  personas empezaron a leer de forma lineal, lo que provocó que usáramos hoy en día este  formato ordenado. También expresa que el ser humano posee una “caja de herramientas”  mental, que varía con la época en la que vivimos. Por eso, finaliza su idea respondiendo  que, para pensar mejor, tenemos que usar nuestras herramientas conscientemente, no  ser dominados por ellas.
            Douglas  Ruskroff  plantea algo parecido a Kukso pero con la tecnología y con los  medio de comunicación. El ser humano piensa que estos son neutrales y que somos  capaces de utilizarlos a gusto. No obstante, nos hacen incapaces de desarrollar cualquier  tipo de control sobre estas innovaciones. El ejemplo que cita el autor es con un IPad que, en lugar de  crear contenido, nos impulsa a comprar aplicaciones. Por eso, tenemos que ser  conscientes de que estos expresan algo de su interés y que tenemos que ser capaces de  crear argumentos, hipótesis y/o discurso propio y no repetir lo que ellos dicen sin  pensarlo. Poder ser capaces de elegir lo que es útil y lo que no lo es, lo que nos gusta y lo  que no, para no ser dominados.
            Por otro lado, Kevin Kelly y Roger Schank plantean ideas parecidas.  Actualmente la  sociedad estableció que cometer errores conduce a la desgracia y, gracias a esta creencia,  tenemos miedo de experimentar; y  que  la experimentción  es  solo  para  los  científicos.  Sin embargo,  es todo lo contrario: el fracaso no significa el fin, sino que es parte de la enseñanza y, si  no nos equivocamos, no aprendemos. Nosotros estamos experimentando todo el tiempo,  por lo tanto, estamos adquiriendo conocimiento diariamente y, para llegar a una  conclusión, tenemos que comprobar varias teorías y haber fracasado antes. Un infantil no  nació sabiendo que el fuego quema, sino que este tocó la llama de una vela para saberlo.  Tenemos que aceptar el fracaso como una virtud para aprender mejor ya que nos  animaríamos a experimentar más y a descubrir cosas nuevas.
            Matt Ridley cuenta que en la actualidad las personas piensan que la clave del  éxito  es ser inteligente y sacarse buenas notas en la facultad.  Estamos equivocados, tendemos a pensar eso porque admiramos al “mejor”, pero la razón por la cual somos la raza  predominante es por la inteligencia colectiva y el trabajo colaborativo. Cuando se realiza  un descubrimiento científico, generalmente es logrado por un grupo de científicos. Entender que la persona más brillante no es rival para el cerebro colectivo, nos ayudaría a aprender mejor y a perder menos tiempo en el futuro.
            Clifford Pickover expresa una idea que aporta a la anterior: si vemos la historia de  los descubrimientos científicos, podemos notar que la mayoría de los inventos en común  ocurrieron en la misma época, en distintos lugares. ¿Por qué ocurre esto? Ocurre debido a la necesidad que tenemos de objetos nuevos e innovadores  y por la acumulación de información en una época específica.
            Nicholas Carr plantea que nuestro cerebro es capaz de retener siete “piezas” de información al mismo tiempo. Si se supera esta “carga cognitiva”, la información no se almacena como conocimiento, lo que causa “lagunas mentales”. Cuando nos sobrecargamos, solemos distraernos más y  nuestra capacidad de entender se desvanece. Por eso, cuando estamos aprendiendo, debemos ver una fuente a la vez así almacenamos mejor la información.
Don Tappscot cuenta que nuestro cerebro es maleable y, depende de cómo lo usemos, cambia la capacidad y tamaño del mismo. Por ejemplo, un taxista recuerda más las calles que el que no lo es, ya que entrenó su mente para su trabajo. Y no es que ellos solo lo pueden hacer, sino que todas las personas en el mundo pueden hacerlo.
Por último, Samuel Barondes explica que el ser humano es idéntico pero a la vez distinto a los demás. Somos iguales debido a que tenemos un mismo origen pero somos diferentes porque vivimos con una familia, en una determinada vivienda, en un determinado país con una determinada cultura, y cada uno tiene una visión distinta a las demás.
Esta visión dual está tan establecida en nuestra sociedad que parece obvia, pero no tenemos en cuenta la importancia que tiene. Aunque no parezca, puede ayudarnos en nuestra vida cotidiana y educativa, por ejemplo, una persona que sabe mucho de arte puede ayudar a otra que sepa menos y este puede ofrecer a cambio sus conocimientos de biología.

En conclusión, podríamos mejorar mucho nuestra calidad de vida si tenemos en cuenta estas respuestas. Solamente falta que se enseñe en espacios comunes (como en las casas o instituciones) y ponerlas en práctica para que dé sus frutos en el futuro.

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